Tienda Honda comenzó mas o menos igual, me había propuesto escribir algo con dos historias paralelas y que la lógica secuencial y los puentes entre las dos historias
ocurrieran, no en las líneas narrativas, sino en las líneas temáticas. Así que una historia
sin necesariamente tener mucho que ver serviría de espejo y evolución de la otra.
real a dos canciones que me conmueven mucho, la primera "Algo Contigo" del compositor argentino Chico Novarro, yo la conocí en una version de Maria Teresa Chacin acompañada por Aldemaro Romero, es de esas canciones que tienen mil versiones, dice así:
Hace falta que te diga
que me muero por tener algo contigo
Es que no te has dado cuenta
de lo mucho que me cuesta ser tu amiga
Ya no puedo acercarme ya tu boca
sin desearla de una manera loca
Necesito controlar tu vida
ver quien te besa y quien te abriga.
Hace falta que te diga
que me muero por tener algo contigo
Es que no te has dado cuenta
de lo mucho que me cuesta ser tu amiga
Ya no puedo continuar espiando
dia y noche tu llegar adivinando
Ya no se con que inocente excusa
pasar por tu casa,
Ya me quedan tan pocos caminos
y aunque pueda parecerte un desatino
no quisiera yo morirme sin tener
algo contigo.
Ya no puedo continuar espiando
día y noche tu llegar adivinando
Ya no se con que inocente excusa
pasar por tu casa,
Ya me quedan tan pocos caminos
y aunque pueda parecerte un desatino
no quisiera yo morirme sin tener
algo contigo.
Ya me quedan tan pocos caminos
y aunque pueda parecerte un desatino
no quisiera yo morirme sin tener
algo contigo.
Algo contigo...
Algo contigo...
El último café
(1963)
Letra: Cátulo Castillo
Música: Héctor Stamponi
Llega tu recuerdo en torbellino.
Vuelve el otoño a atardecer...
Miro la garúa y mientras miro
gira la cuchara de café...
Del último café
que tus labios, con frío
pidieron esa vez
con la voz de un suspiro...
Recuerdo tu desdén
te evoco sin razón,
te escucho sin que estés:
"Lo nuestro terminó",
dijiste en un adiós
de azúcar y de hiel...
Lo mismo que el café,
que el amor, que el olvido,
que el vértigo final
de un rencor sin por qué...
Y allí con tu impiedad,
me vi morir de pie,
medí tu vanidad,
y entonces comprendí mi soledad
sin para qué...
Llovía, y te ofrecí el último café.